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16 abril 2005

Las palabras deshojadas

Quería saber la verdad. Con las dudas reventándole en la boca suelta y el ceño plisado desde el odio apabulló la desgracia de la mujer inmóvil, mojada… por los golpes. Los ojos como canicas de barro extraviadas sobre cristal pesado de la mesa fueron la pausa para el impulso de las percusiones que facilitó la noche. Nadie se levantó ni abrió cortinas. El llanto sobrevenía balbuceado hacia los sueños. Se deliraron lágrimas por doquier, como arroces y cristales rotos bajo la pisada.

Cuando logró cavilar, fue porque ella no contestaba. Margarita, deshojadas todas sus palabras, sintió cómo el bálsamo elegido de su raza rodeó su cuello con las manitas congeladas y esa fomar de mirar que no se halla en ningún retrato de la casa.

Adrián salió a destilar su borrachera al patio, sobre el tronco del ficus, junto a la banca. Limpió rastros de su batalla. Abrió la llave. La lluvia potable se dispersó desde sus manos y se regaron jardines en el acto desvelado de la consciencia anulada, en la ínfima percepción de los paraísos perdidos. Se le ha hecho fácil pedir perdón. Decir adiós Margarita no lo sabe.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pobre Margarita :/

Román Ahuí dijo...

...i(n)mensa Margarita.