Con el ajetreo del éxtasis
las sábanas
fingieron angustia.
El grito fue todo lo que sucedía.
Fuimos perdiendo el nombre,
la obstinación,
la conciencia.
Del ayer
escurrieron lágrimas deshabitadas.
Con el ajetreo del éxtasis
las sábanas
fingieron angustia.
El grito fue todo lo que sucedía.
Fuimos perdiendo el nombre,
la obstinación,
la conciencia.
Del ayer
escurrieron lágrimas deshabitadas.
En el agujero
el ojo
ávido desata
la toalla que tú,
criatura del agua,
te ciñes
a la cadera o al alma
Y en la vastedad
de la rutina solitaria
un libro
entre el silencio de plata
registra
lo que tu figura atormenta
cuando en la inmensidad
te bañas.
Vuélvete hora de minutos que plaguen de intensidades los segundos.