Del fraseo prudente a la abismal astucia del enredo.
no hay lugar en blanco para los apuntes sueltos.
Del fraseo prudente a la abismal astucia del enredo.
no hay lugar en blanco para los apuntes sueltos.
Con la torsión precisa para agolpar el aire, urgente fumó hasta donde quiso. La colección era incompleta. Y lo seguiría siendo mientras que con el puro tacto provocara el pensamiento. Más manos para detener el tiempo era la callada receta, pantomima de permanencia. Si no fuera por la reserva de la memoria, jamás volvería a dormir. Quien recuerda la plegaria para zozobrar siempre se ha sentado sobre el mismo lado de las tachuelas.
Pasaron las horas y los rostros. El momento estaba hecho y hasta redondeado por los bordes. Una bocanada precedería a las palabras caídas. El jardín apartado, la soledad maldita. Frente a los ojos, piedra a piedra, la senda y las fronteras. Apenas replegarse sería
Por las noches su perfil trasmuta y se demora. Atraviesa cada espejo, abandonando los mapas del regreso. Noviembre le borró los días de Apocalipsis y le concedió unas capas de pintura a la pared donde sangraba el desatino. No ha dejado de enumerar los inviernos monosílabos. Esos en los que en una inocencia, algo secreta, Matilda abre la mano y ahí se queda contemplando el otro paisaje con sus pájaros inalcanzables.
Vuélvete hora de minutos que plaguen de intensidades los segundos.