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09 marzo 2005

El último cerillo

Me diste la razón. Otra vez. Apenas sin darte cuenta. Sí, el amor --me dijiste—como la luna, cuando no crece, disminuye; lo leí en alguna parte. Y te distrajiste otra vez en la ventana, absorta, como si miraras a las sombras y quisieras adivinar sus cuerpos y sus vidas. Qué insensatos somos, te oí decir bajito. Pestañeaste lento y cerraste los ojos. Si nos besamos fue porque la saliva nos convertía en piras el deseo. Pero fue triste e inútil propagar todo ese fuego. Encendí el primer cigarro con el último cerillo. Y tú nunca terminaste de fumarme.

2 comentarios:

Mathilde Kiedis dijo...

suena a esos amores confundidos entre odio e indiferencia,pero en los cuales aunque sea hay una chispa de interés.
no he tenido de esos mas que en mis cuentos.
saludos

Román Ahuí dijo...

Pues te sonó muy bien. Y gracias por dejar tu murmullo por aquí. A veces escribir es haber vivido del puro cuento.