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24 diciembre 2004

Del fuego y otros avatares

Todo se adultera hoy. A mí me ha tocado personificar un heroísmo falso. Maté al pobre dragón de modo alevoso que no debe ni recordarse. El inofensivo monstruo vivía pacíficamente y no hizo mal a nadie. Hasta pagaba sus contribuciones, y llegó en inocente complicidad a depositar su voto en las urnas, durante las últimas elecciones generales. Pero tenía que matarlo. Como autoridad del pueblo debía terminar con aquella figura mítica de terror y maldad que aún ejercía el dragón alicaído. Ya casi no salía de su cueva, se la pasaba fumando pipa como queriendo emular los viejos tiempos cuando lanzaba gigantescas llamaradas, que eran el azote del raquítico cuerpo de bomberos. Una vez despilfarró tanto fuego que decidieron rociarlo todo para sofocar su calor, una pulmonía lo mantuvo inactivo durante unos meses. Por otro lado no me siento tan culpable, porque nunca se casó y no tenía hijos, aunque sí, dicen, tiene un joven sobrino que se dedica, con su incendiario aliento, a rostizar pollos y comercializarlos cerca de la ciudad. Y sé que pronto vendrá a reclamar la herencia que le dejó el tío, y de paso, estoy seguro, me chamuscará para ir a venderme como nuevo producto alimenticio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡JAJAJJAJAJA! ¡Muy bueno el artículo del dragón!
Yo acabo de iniciar hoy un blog de este tipo de cosas, es decir, de historias de cachondeo, chistes y demás. Todavía no tiene apenas artículos, pero si quieres pasarte para echar un vistazo, estoy en www.blogextremo.com/risafloja.