No hay silencio.
Sólo esta red que lo circunda.
Y el paso es quieto
arrastrado y cauteloso.
Imposible pensar
en que las manos
desenreden la madeja.
Es la voz
la que apaga su latencia.
Y no sobrevive nada.
Acaso letras tapiadas,
húmedas y viejas.
Vuélvete hora de minutos que plaguen de intensidades los segundos.
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