Volvimos a hacerlo bajo la luz completa. No como en aquellos días que no podíamos. El sol secaba sobre el cuerpo la ropa de sudores empapada. El vaivén del grito se fundía en la continuidad de voces y temblaba el aire con la fuerza de las olas, de esas que arrebatan. Hubo tiempo para todo, menos para escupir o salir corriendo. La garra de la voz se sujetó a las líneas de horror que trazaban las armas negras de los guantes blancos. Hay estruendos que atraviesan corazones. Volvimos a hacerlo. Y ellos otra vez han mentido.
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