La evidencia arremete al forcejeo: hoy no tuve tiempo para poner en calma la razón y el sentimiento. Tres, diez, cinco veces he estado acorralado en el destiempo y he escuchado su voz temblando abismos. ¿Sabrán sus piedras que palpito? ¿Sabrá su paso que la espero bajo la luna espía, en esta triste banca de concreto, donde hallo su sombra intermitente, narrada por el hada de sus días?
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