Detenidamente, como si no hubiera espacio
más allá
alrededor tuyo,
te levanto los besos
en batallas
con largas madrugadas redentoras.
En las curvas –trayectoria por la que siempre vuelvo--
los alebrijes desatados de sus almas
zarandean la carne
que estaba congelada.
Tres cuartos de tiempo
para creer que se ama.
Intrusa la sonrisa
me llama y me re-estrena.
Sucesivo de este aroma ya despierto,
te tiemblo por las piedras
que caen desde la nube en llamas.
...y esta impasible
caducidad
que no se acaba...
1 comentario:
La soledad te hace el mejor consejo para esos días en que te sientes muerto.
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