Otra vez el silencio
se refugia en el cuerpo.
Callan las manos la paciencia
de tomar en asalto
las palabras “siempre” y “jamás”.
Creánle a los santos los milagros.
Yo sólo estoy taciturno
y soy fugaz.
No tan constante
como esas palabras
y su peligrosidad.
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