Lo volví a decir pausadamente, no me entretuvo la tormenta. Vendría un tiempo para todo, hasta para quedar dormido. Quise guarecerme en el intento, no había caminos. Soñé que detrás de las piedras ni una sombra de río, ni una madre selva. Sólo mis dedos, como si fueran tuyos, colgaban en las manos, sobre tu suplicio.
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