La corriente calla
y la piedra
huele a hilos negros
de bazofia humana.
No hay más la caricia
del agua rauda
para su caparazón añoso.
Cada mañana ha de despertar
cuerpo al sol, ya sin manías.
Sólo espera
una lluvia urgente
para ahogar su grito
y recordar que vive.
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