Quiso hablarle, detallarle la despedida. Pero ese día ella no contestó el teléfono. Involuntario o no, su convicción por comunicarle desmereció el intento y le condujo a no hacerlo. Lo que seguiría era la caminata bajo la tarde lloviznada, por la calle pálida, donde el silencio enmascaró de caricias y unos cuantos besos el destierro. No le dijo que la amaba, porque ese verbo no tendría validez para mañana. Era solo eso, una despedida que con saliva y sin sal los extinguía.
1 comentario:
MARAVILLOSO, MACHOTE JODER UN ABRAZO
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