He llegado a la hora en que hasta Dios duerme. Un trazo líquido baja en la garganta. Espero el sonido de la puerta rechinante tras olvidar las huellas de mis manos. Quién ha dicho que la sombra es impalpable. Vengo de atrapar sueños y pisotear las margaritas. Fui a venderle el lustro a los zapatos demorados, a cambiar las espirales al tiempo enrelojado. La boca tibia empaña los cristales o ama su verdad humedecida. Los animales están dormidos, sobrios y dormidos. Controlo el fuego con los dedos y con los ojos la claridad del pensamiento. Madrugo. En la luz la sangre es como el viento.
2 comentarios:
¿Será que los sueños duelen o las pesadillas nos hacen parecer así?
Las margaritas se arrullan frágiles y distantes,viven poco,se acorta todo...
Aún así parecen no descansar,perdiendose entre la sencilla espesura de una aroma atrapado en los labios,de la tibieza dormida una rato otra vez...
Qué hora es esa indescifrable,que aún intento comprender...
Auf Wiedersehen!
A todos nos llega la hora, no de morir, sino la de escapar solo para volver.
Besos.
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