Nada. Lentamente, no me dices nada. Abates tus alas a lo lejos. Y te dejas ver volar, en cada espacio de la habitación. Me quedo contigo, a pesar de tu estratosférica mirada que me alcanza a reconocer como el asesino que sostiene el periodico de ayer. Condenada estás a morir entre la a y la t de la nota roja donde murieron seis.
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