El tiempo es una dimensión para mortales. Lo comprendí cuando fui creado y arrojado al filo de la noche. En estas rúas, un solo sonido para atravesar los bosques milenarios y la urbe de mortales cuesta oro y sangre. Mas los pasos siempre urgen hacia la sobrevivencia misma. Soy mi propia pócima secreta, el polvo que no pisarán tus hijos, la oscuridad latiendo eterna. Y vengo a saldar el grito de los míos, con los dientes y las garras, con la destreza fiera que me confirió el destino. Olvida tu alma y el azul de los cielos, ofrecé el chuchillo a la luna de plata, vacía tu vieja historia y no esperes demasiado. Hay un mundo sin ataduras y con insomnio: Un cristal para romper a tientas.
1 comentario:
Quizas seamos seres inmortales, atravesando una dimensión peculiar donde poder tocar es el punto culmine de avanzar...
Bebiste mi escencia...
Te impregnaste de mi...
La daga no exterminó mi instinto...
simplemente lo revivió...
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