Con la torsión precisa para agolpar el aire, urgente fumó hasta donde quiso. La colección era incompleta. Y lo seguiría siendo mientras que con el puro tacto provocara el pensamiento. Más manos para detener el tiempo era la callada receta, pantomima de permanencia. Si no fuera por la reserva de la memoria, jamás volvería a dormir. Quien recuerda la plegaria para zozobrar siempre se ha sentado sobre el mismo lado de las tachuelas.
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23 noviembre 2008
La callada receta
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