A mi padre,
en su partida de hoy,
hace algunos años.
El último minuto me acompaña,
aquel de tu mirada nublada por los días.
No alcancé a decirte adiós
porque dolía.
Te vi y me viste.
El pasillo frío, se congeló, siniestro.
Entraste al sueño de hilos negros
y tu gesto se quedó quieto.
Las letras abundaron nuestros días.
Sirvió de aliciente la tinta,
cualquiera
la prensada por la tecla
la que en la mano dormía.
Soy la continuación no escrita ni hablada
de una frase
que creció en tu pensamiento.
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