cada una de las cosas
que fuma el tiempo.
Latente e inoportuna
la sangre sube a la cabeza
y vuelve delicada
para regarse sobre el pasto.
Se sostiene del azul
la eternidad demorada.
Los peces comen de la mano,
la misma que incendió
la madrugada.
Vuélvete hora de minutos que plaguen de intensidades los segundos.
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