Levantar la vista de sus rostros colgados por todos lados y dejarla perder en el cielo, mientras masticamos sus propuestas, ofertas y razones para cumplir lo que tanto nos han prometido: devolver la esperanza y asegurar los derechos arrebatados tiempo atrás.
Estos prometedores –de acuerdo a sus medios- buscan la expresión secreta de una preferencia ante una opción, un voto. Un voto que haga la diferencia, uno que los lleve no al triunfo, sino al poder.
Para nosotros que por años hemos escuchado la misma propuesta elegir a uno de ellos resulta una tarea complicada. Estamos confundidos, no entendemos cómo ellos que existen a partir de su personal propuesta, todos tienen la misma.
Según la realidad, la propuesta parece colectiva tanto que la atención de todos está puesta en la necesidad de obtener el triunfo, a excepción clara de los nacidos para morir y que según hacen equilibrio en la dispendiosa democracia.
Se me ocurre pensar ingenuamente en la ingenuidad de nuestros políticos, claro, esos que –en muchos casos- ante nuestros ojos son pequeños e insignificantes por dos razones: confunden bondad con estupidez y amor con humillación.
Tristemente ellos –después de este 2 de septiembre, en Veracruz- ya no tendrán imagen, a pesar del dinero invertido en el espejo que no fue elaborado por manos veracruzanas.
A cambio del voto que a uno de ellos le daremos este domingo -todos nosotros- únicamente rogamos que enciendan la luz de su interior, para que puedan traspasar el ámbito de su propia oscuridad.
Estos prometedores –de acuerdo a sus medios- buscan la expresión secreta de una preferencia ante una opción, un voto. Un voto que haga la diferencia, uno que los lleve no al triunfo, sino al poder.
Para nosotros que por años hemos escuchado la misma propuesta elegir a uno de ellos resulta una tarea complicada. Estamos confundidos, no entendemos cómo ellos que existen a partir de su personal propuesta, todos tienen la misma.
Según la realidad, la propuesta parece colectiva tanto que la atención de todos está puesta en la necesidad de obtener el triunfo, a excepción clara de los nacidos para morir y que según hacen equilibrio en la dispendiosa democracia.
Se me ocurre pensar ingenuamente en la ingenuidad de nuestros políticos, claro, esos que –en muchos casos- ante nuestros ojos son pequeños e insignificantes por dos razones: confunden bondad con estupidez y amor con humillación.
Tristemente ellos –después de este 2 de septiembre, en Veracruz- ya no tendrán imagen, a pesar del dinero invertido en el espejo que no fue elaborado por manos veracruzanas.
A cambio del voto que a uno de ellos le daremos este domingo -todos nosotros- únicamente rogamos que enciendan la luz de su interior, para que puedan traspasar el ámbito de su propia oscuridad.
alejandro hernández lópez/escritor y promotor cultural/xalapa/veracruz/méxico
faunaurbana@yahoo.com.mx
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