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30 enero 2005

Soliloquio luminoso

Derretida la vela
sin sorpresa
la sospecha abundó
y terminó cierta:

una llama arde,
nada quema.

(Vi)da igual

Omisión o mentira, iguales son para suturar la vida.

Tempo real

Era cuestión de tiempo. No de fechas o carcajadas vacías. No de nombres y palabras furtivas. Parecen voces, pero no, son esas malditas gotas cayendo desde el techo las que miden el tiempo, ese que para ti hoy no tengo.

27 enero 2005

Diálogos sutiles

A.-¿Sabias que me gusta reirme de los pendejos?
R.-Sí, con razón te ries todas las mañanas frente al espejo.

25 enero 2005

Artistas

"Acumulan Aquí Antiguas Ambiciones"

Muro caradura

Un muro caradura fue a estrellarse en la banqueta. Una manera estruendosa de morir completo. Demoliciones urbanas, casas viejas. Esperemos no termine como estacionamiento.

La humedad bajo la tierra

Prolífera, ilusa, indecisa,
me conoces la humedad
bajo la tierra.

Y no dominas
la estadía volatil
entre piedras.

Nos cavamos juntos
esta tumba
honda, estrecha, simultánea.

Se ha llenado
la vereda de flores
y de garzas.

Muy al fondo
almas escurridas
y un sonido opaco
de instrumento roto
que escucho
y no conozco.

Perrolobo

Ataque
Tengo un perrolobo
arrebatándome el cuello.
Me resisto a su aliento soberbio,
duelen sus fauces,
tiembla mi carne.

Subsistencia
Husmeó mi rostro
con sabor a sangre.
No deja de morder
mi lastre.
Sofoca el hocico,
perrolobo,
te has saciado
con mi yugular.
Deja ya

que mis palabras
ladren.

No quiero ser único

Se dice que soy un peligro en la cocina, pero... ¿verdad que alguna vez se les han quemando en el microondas, las palomitas?

19 enero 2005

Sumergida en el cristal de las miradas

Por tercera vez se miró en el espejo. Nada a su espalda tenía sombra. Sus ojos pertenecían a la gloria, con que se ata la oscuridad. No hubo ni un segundo petrificado en su memoria ni modelos a seguir en su conducta. Viciada sólo por su propio respirar esa noche asumió el impulso de enfrentarse al cristal de las miradas.

La carne pálida de su cuerpo temblaría al instante de caer su cotidiano y fantástico ropaje. Quizá la exaltación de sus pasiones tomaría forma en gotas de límpido sudor que al salir presuroso de los poros salaría su piel. Ni el hada con la que jugaba de niña podría eternizarse allí. El sonido apagado, único de su mente era sujetarse en el borde del precipicio en cuyo fondo yacen los cuerpos que resbalaron, hacia vertiginosa muerte, por no liar las alas en el torso de la ansiedad.

Supo que era permitido tocar ese reflejo, lo concibió porque estaba situada e inevitable; lo debía saber porque el retén de su torrente mermaba insatisfecho su historia. El eco de unas palabras postergadas fue el aliciente verdadero que la hizo atesorar ese punto en el deseo. Desabotonó con sus dedos temblorosos el vestido, clamó incontrolable: palpaba ya sin manos su destino.

Desde la pared de piedra húmeda, se desprendió un olor a menta con intensidad. Sus ojos siempre le sirvieron para aprisionar. El reflejo antecedió a la huida y todo fue aire entre alas, abanicos de hacer o no hacer espuma celeste. Ella --esa incomprendida frase del poeta-- se disipó en el heroico jardín, triunfal de eternidad, persiguiendo sus mañanas, sumergida en el cristal, con ese vuelo interrogante al que llama nostalgia, y a veces, soledad.

¿Siempre será el jamás?

Otra vez el silencio
se refugia en el cuerpo.
Callan las manos la paciencia
de tomar en asalto
las palabras “siempre” y “jamás”.

Creánle a los santos los milagros.

Yo sólo estoy taciturno
y soy fugaz.
No tan constante
como esas palabras
y su peligrosidad.

18 enero 2005

La hora cierta

No se pudo detener la espera. Sigue abarcando los rincones, como si tocándolos se anchará el espacio en que te aguardo. El grito se ahoga en desalojo del cuerpo cargando sus cadenas. No hay cristal ni transparencia que estorbe el paso hacia la hora en que el sol de mediodía arrojará su llama para arder conmigo. Llegará el momento donde busques entre las ruinas y me encuentres todo, aliviado de mí mismo: como ceniza o polvo bajo tus pies, enmudecido. Y arrastrado por el viento que me pierde y me enreda en tu cabello lacio, soñado en el delirio.

16 enero 2005

Lujoso pensamiento

Una vez los párpados abiertos, asoman los ojos por la fisura luminosa de la cortina que mi mano desliza como primer acto consciente del día. Son las 7:25. Percibo tarde, entre estas paredes, y todavía a oscuras el parpadeo elegante de una flama sobre una vela verde, en el librero, junto la cama. Mis pies descalzos atinan el camino hacia el baño. Burbujea el agua, sube y sale por la regadera.

El primer humo del día se desprende de las gardenias que habitan en un incienso. Nada más de oler se me antoja el jardín atávico de sueños. Comienzo a creer en las urgencias que se disfrutan lento. Me visto de rojo y al toro le reconozco por los cuernos. Porque el diablo, dicen, le estorban o le han cansado, ya por viejo.

Las dos premisas del día --tornado en asombro-- son sólo mías, vestidas de lógica hoy se declaran mentira. Y palpita la vida, en un intento cualquiera de mirarte a los ojos como conclusión verdadera.

No temo a la corriente interior de las venas y sus raudos días, ni al agua que siendo río aún no llueve. Sólo me reflejo en los charcos de las tormentas sucedidas porque el color más intenso de tus cielos me hace crédulo del aire en el que vuelo.

Escribo como queriendo emular al tiempo. No quiero mudar las letras a ningún otro sitio. Mis sentidos se atragantan con tus horas. Sé de los días porque voy contando sus noches. Hoy, si respiro, en un lujoso pensamiento te contengo.

14 enero 2005

Perdido cangrejo

La tortuga enfríaba la superficie arenosa
con su paso lento, milenario.
Había que llegar al mar
con su don de inmensidad
para saber que amar
no era cuestión nada más del viento.
A lo lejos, apresurado y torpe
un cangrejo
no pudo
caminar derecho,
se extravía en la huella
honda
que arrastra el verde cuerpo.

...

Detenidamente, como si no hubiera espacio
más allá
alrededor tuyo,
te levanto los besos
en batallas
con largas madrugadas redentoras.

En las curvas –trayectoria por la que siempre vuelvo--
los alebrijes desatados de sus almas
zarandean la carne
que estaba congelada.

Tres cuartos de tiempo
para creer que se ama.
Intrusa la sonrisa
me llama y me re-estrena.

Sucesivo de este aroma ya despierto,
te tiemblo por las piedras
que caen desde la nube en llamas.

...y esta impasible
caducidad
que no se acaba...

07 enero 2005

Azul menguante

El silencio tiende letargos
hacia el horizonte.
Nos hallamos tan lejos.
La arena está húmeda
y los pies salados,
baja la marea
y desde la luna
la bruma
desciende hacia
el azul menguante
de tus labios.

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